sábado, 19 de septiembre de 2009

Poemas de Mileiby Hernández Méndez


SOY
lluvia
mujer y magia
atravieso huesos
y me voy.
En el conjuro doy vueltas
y en una copa de cristal
te entregas.
Traigo los pájaros de la noche
en mi mano izquierda
y los pájaros del día
en la derecha.

Con placer hago pacto en el bosque
y me bautizo en la sangre del paraíso.


VEN
sólo con tu espíritu
y sube.

Bésame en medio de estos árboles
lleno de un oculto deseo
con todos tus grandes gestos
con ese sabor de agua en los labios
arráncame
deshójame con placer.

Ven sobre todas las cosas
y pasa tu mano
donde mi don de fiera se levante
y cálmalo misteriosamente con tu piel.

Ven
ahógame en ti
y déjame correr
porque siento la noche oscilando en mis sueños.

Ven
despacio
y con el alma fragmentada
para que instintivamente
no hay divergencia de tiempo
ni diferencia alguna de verbo entre los dos.

AHORA
que arremetes contra la noche de mi espíritu
mientras te pienso en la ciudad hay incendio.

Ahora que dominas el recuerdo y las calles son eternidad.

Porque eres carne. Porque eres tinta que derrama.
Porque eres hueso que se rompe en los amaneceres.
Porque eres palabra y océano perdido
Porque eres misterio y cambias con las nubes.
Porque eres tiempo y vigilia y lenguaje.
Porque eres infancia y música entre mis manos que escriben.
Porque eres sorbo y mis labios te esperan.
Porque apareces en mis sombras dormido
Porque eres mar que mira desde el fondo.
Porque eres hoy y el tiempo no corre ni transita por mi cuerpo.
Y eres aire que toca y me baña y voz que no llega
candelazo que azota y muerde.
Porque eres reliquia y plegaria y fuego
y alquimia que mancha y aroma de clavos
incienso que brota de lo más sagrado.
Porque eres línea y página y número cardinal y caballero andante.
Porque eres historia y tu nombre se pega a mis huesos
y eres licor y copa dormida en mis adentros.
Porque eres estrago y magnitud.
Porque eres hombre.



LA
doble noche ladra tras los matorrales.

Llena de frío se ausenta
y llena de humo se esconde.

Me habla de la lluvia que se acerca
de la alquimia que sorprende a tu mirada
y del misterio de mi casa.
Me habla de la angustia
y el desierto de tu boca.
del espíritu y la luz de su secreto.

Me dice de la tierra de mi padre
del amor infinito y la palabra.
Del principio gallardo en mis ancestros
y el tiempo de tus soledades.
Me dice del espacio y el recuerdo
de trópicos y mares.

Me cuenta de tu carne estremecida
del hechizo y el fuego de la tarde.
De tu nombre –bíblico por cierto-
y sus andanzas.
Del encuentro y los viajes siderales.

La doble noche me espera.

Pintura sobre tela de Guy DELAROQUE » STA50-9-1
Poemas del libro inédito La doble noche nos habla.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Poemas de Juan Suárez Hermoso




Esta tarde vi llover
Nostalgia
he perdido tu amor y no sé en qué vereda
en qué agua revuelta de este pueblo
Nostalgia
entro a un desierto sin más arena que tu rastro
Nostalgia
paso por la ventana a un amanecer
sólo nos queda
allá a lo lejos
la imagen de un hombre que amó.

Adiós se fue toda ilusión
Sólo el recuerdo tuyo vive en mí
Eres la única razón vibrando en el cuerpo
sin más música que un mundo en la tormenta
Cuánto me cuesta vivir
en mi vida de caminante te amo por entre una vereda oscura.

Amor
llorar es poco para mí.

Como si fuera esta noche la última vez
Yo sé que no he sido uno más en tus labios
sólo estoy confundido en tus ojos
el mágico brillo de la fotografía
ese momento no lo borra el silencio
te veo correr buscando el amor
atravesar el llano y perderte en lo infinito de mis ansias.
No me cortes el tiempo
mis palabras no salen.

Deja beber el sujetar tranquilo de los ojos
No son cortos los pasos del viajero
por entre la aventura se llena su memoria
ve pocas cosas bellas
como doblar la esquina de una ciudad.

Como viajero cada pueblo se parece a mi pueblo
con sus pájaros de hierro cruzando el cielo.
En todas partes hay un sitio para los buitres.

Todo esto he visto
he caminado poco y me confieso.
Como una piedra más me quedaré en este río.

Pintura de Dawn Price La Canción de los días.


Poemas tomados de la Antología Poética de Nuevo Tramo. Los poetas en el teatro. (2004)

jueves, 17 de septiembre de 2009

Poemas de Francisco Javier Frías Vilera


Confío irremediablemente

Confío irremediablemente
en la orientación de las aves
poseen un norte preciso
esperé pacientemente su regreso
deben traer consigo un trozo de esperanza
reflejado en sus ojos.



Aunque mi rostro no exista

Aunque mi rostro no exista
mis pensamientos serán mil palabras
no me dirás que no te enteraste.

Infinitamente

Infinitamente serás la línea
que suele diferenciar
las estrellas de la noche.

Te seduje
confundiéndose nuestras manos
en una agonía cubierta de sábanas.

Mi corazón es el guardián

Mi corazón
es el guardián de tu mirada
se encuentra de espaldas
a la noche
y desprende las entrañas
que tratan de ocultarte.

De nada sirve

De nada sirve olvidar el pasado
en algún lugar de la memoria
la tendríamos
saturada
para siempre.

Tu forma de ser

Conocí tu forma de ser
cada milímetro de tu cuerpo
me pertenece
has embrujado a todos
con tu mirada rasgada de inocencia
y nadie pudo enlazar
la noche de sortilegios que amamos.


Pintura de Dawn Price
Pájaro de la noche


Tomados del libro El tejedor de sueños "Sólo presagios". Fondo Editorial IPASME (2006). Premio XIII Concurso Anual de Literatura IPASME.

"Epístolas de la Tarde" de Sarita Medina López





Villa de San Carlos de Austria
30 de septiembre de 1992


Karlo:

Hoy no tengo el manto de mis delicadas pieles que acariciaste la otra noche, ni sostengo en mi boca el verso sedoso y blanco que me escuchaste; de seguro hoy no lanzaría mis brazos de virgen hasta la inquietante invitación de los tuyos y a la irresistible llama de tu boca.

No tengo en este momento las tibias palpitaciones que te fascinaron, ni los apenas perceptibles perfumes que retuviste con tus besos. Soy ira irremediable, no sientes acaso el calor de mis ráfagas enfurecidas?, no soy todos aquellos niños, con hiel he untado mis pies que has sostenido con tus manos enloquecidas.

Es el miedo de no verte, Karlo, que maléfico me posee y lanzo zarpasos por las calles y quiero, cual catástrofe, arrasar con esta Villa, hasta acabar con el último vestigio de tu ausencia. Es el miedo a que te quedes en la maraña terrible de la desesperación sin saber cuánto te amo.


Ven a devolverme mis dulzuras


Isabel


Medina López, Sara. (1993). Asociación de Escritores del Estado Cojedes. Colección Experimental, Número 02.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Poema inédito de José Daniel Suárez Hermoso "A mi manera o la tuya"



Rómpeme el corazón y temblará este pueblo una vez más
andaré despierto con la brújula de tus manos
y poblaré las calles con el humo de mis cigarros
y amándote yo pasaré con un viento endiosado en el alma.

Rompe esta guitarra
y haré una serenata con mis palabras.

Necesito estar roto
la vida golpea todo el amor que tengo
rómpeme una vez más
y tendrás versos para la noche
y los presagios irán poblando esta casa.

Rómpeme
rómpeme el corazón y temblaremos
a mi manera o a la tuya
amor así, grande como tú dices
¿Qué has hecho con mi vida?

Me has hechizado
tus palabras hacen la firmeza de mis labios
imagino y te recuerdo amor
tu nombre es así
como el mundo removido por una tempestad
como el mundo escondido y encontrado en nosotros
a mi manera o a la tuya
ámame
de un salto, de un sólo intento
ámame amor porque busco escaparme de todo lo vivido.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Poemas de Isaías Medina López



Noche final de las casas
de vender amor


A José Daniel Suárez


Bohemio la noche entera
estuve entre las casas de vender amor
mirando sus mujeres comprar los cosméticos del embrujo
Yo las escuché revivir las largas cuitas de su nostalgia
y mis oídos respiraron cada palabra desde mil bocas
los temblores hondos de ser quienes fueron
Las veía blancas en la lluvia
azules en los puñales de la querencia
Yo verdaderamente me quedé a contemplar
las esperadas caídas de aquellas casas de vender amor
las mudanzas de los tejados hacia otros mundos
las trampas del azar mezquino de la noche

Un viejo reinado que se aferra a los sentidos
Una lápida de sueños entre San Carlos y yo.



De cuando sorprendí a Isaura
dignamente
trajeada como una flor

Más liebre que pájaro
treparé en tus senos
las colinas de San Carlos
lento iré de las faldas a la cima

Y morderé obediente los arbustos
que me acercan al otro cielo de las leyendas
más pájaro que leopardo
cantaré en tu nombre
Isaura
el anhelo salvaje
mi pequeña eternidad.


Lecciones de gramática esperando
a Isaura
y leyendo un pesado diccionario
de sortilegios y poemas
dedicados al despecho

Vivir
truco de magia consistente en rescatar cada mañana
nuestro cuerpo de las tinieblas

Soñar
Acción exactamente inversa a las realidades del espejo

Espejo
Instrumento de tortura
que los suicidas compran para luego envenenarse

Anochecer
Técnica de convertirse uno en noche oscura
cuando acechan los enemigos

Amar
Arte de eludir a cualquier mujer
que no sea Isaura


Escrito con esmalte sobre oscuro
Navidad en círculos de fiebre 1991

He caminado entre promesas movedizas
y tratado en vano
de lavar mi nombre de las sombras

He mentido
porque nadie tolera a un poeta que no miente

He visto las ilusiones
pasar del bosque a los desiertos

Pese a mis esfuerzos aún sigo siendo yo

No sé cuál castigo Isaura paga
cuando me besa.

Tomados del libro Isaura: De la medianoche a la repentina ausencia. Fondo Editorial Teatro de Venezuela. San Carlos, Cojedes, 2005.

"La flama de la vida" de Luis Enrique Frías Vilera




A mi madre





Tenías que haberla conocido. Se sentaba y sólo con la mirada, lo ordenaba todo. Mirada pardiza. Penetrante. Como si te abriera el alma. Como si un gran ojo te observara. Tenías que haberla conocido. Recuerdo el día de la llegada de papá. No dijo palabra alguna, a pesar del tiempo alejado de casa. Y me regañabas. Con tu mirada de latigazo, partiéndome el alma... de la duda... de la confusión. Te dije que podía ser peligroso. Tú insistías con tu mirada. Mirada recalcitrante. Que quemaba. Tú insistías. Que eran insensateces mías. Esa manía tuya de buscar cosas. Desde aquella vez en la playa. Tus ojos se quedaron fijos en el caracol. Te preguntabas si podía darte respuesta a la vida. Te lo dije. Pero tú insistías con la mirada. La primera vez, siendo todavía una niña. Era el día de las ánimas. La tarde cayó como un relámpago. Y mi sorpresa, ver la redondez de las arepas que salían de tus manos. Y la tuya, ver los números que salían en ellas, para jugarlos en el azar. Después de comer me enviabas a la casona. Sigo recordándola. Sus inmensas puertas que llegaban al cielo. Sus ventanales, confidentes silenciosos de amoríos y serenatas. El zaguán, que nos decía los pasos infinitos que tiene la vida. Al traspasarlo, aparecía la doña. Su pelo, desteñido por el tiempo, dejaba ver una solitaria sonrisa maternal. Toma el tobo. Ve al traspatio y le das de comer a las gallinas. Era inmenso. Entraba al gallinero. Metía las manos en el tobo, y comenzaba a regar el maíz. Sin darme cuenta, todas la gallináceas comenzaban a rodearme. En el fondo, la flama aparecía. Se movía de una esquina a otra del traspatio. Se me sumergían los vellos. Poco a poco colocaba el tobo en el suelo. Sentía una pesadez en la pantaleta. Salía del gallinero y me iba corriendo hacia adentro. Te lo conté y no me hiciste caso. No volví a la casona. Siendo adulta, me insistías con tu mirada, que volviera. Decías que el miedo que sentías cuando pequeña, era circunstancial. Que me diera valor. Las penas se aliviarían. Al llegar al traspatio, de nuevo apareció la flama. Te lo conté de nuevo. En el fondo, de una esquina a otra se movía. Te entusiasmaste. Me dijiste que era un entierro, que donde se detuviera la flama, estaba el baúl repleto de dinero. Y tu mirada se hizo insistente. Desentiérralo. Desentiérralo. Esa palabra todavía truena como fogonazo en mi memoria. A la media noche. Teien que ser a la media noche. Ya eres mayor de edad. No hay nada que te lo impida. Tomé el valor por asalto. Comencé a sacarlo. Los brazos y las manos, buscaban un segundo aire, por el cansancio. Pero seguía apartando la tierra, como si le arrancara una parte al mundo. Brazada y brazada. La transpiración era un río desahuciado. Seguía. Hasta que por fin apareció. El baúl semejaba olores atávicos. Me ayudaste a levantarlo. Nos dirigimos a la casa. Nadie nos vio. Lo colocamos en la mesa y te dispusiste a abrirlo. Un resplandor nos cegó por momentos. Había tantas monedas de oro, que alcanzaban para saciar toda la avaricia del mundo. Tus ojos brillaron, en un istante, como nunca en la vida. Pero se te olvidó algo... Madre... Las misas. Había que hacerle las misas al difunto. Para qué las misas. Con tanto dinero no era necesario. Ahora ando de traspatio en traspatio, con esa flama que me quema, esperando que alguien haga las mías. Amén.



Cuento tomado de Relatos de la Otredad. Antología de la narrativa fantasmal cojedeña. Prólogo, selección y notas de Isaías Medina López y Duglas Moreno. Unellez - San Carlos. 2004.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Poema de Héctor Alonso Ochoa López "Los ojos de Sevilla"


No por la ciudad, sino por ti.
Para Yesenia,
los ojos más bellos de la historia.



Estaba ciego,
hasta que tú a quemarropa encendiste
y fortaleciste mi espíritu
cristiano del alma, que ahoga las lágrimas
para pronunciar las palabras veraces y austeras
que se clavan como garfios en las almas
las arrancan para siempre del pecado
con un guiño de ojos
con el parpadeo roce de otras manos
con el aliento de otras bocas
Como sea...
Uno no se cansa jamás de cambiar
desde el primer día de la creación
la fuerza de la vida sopla sin espanto
Ante tus ojos Sevillana, un perro de fuego corre
hacia las soledades de mi alma
mi corazón dejó de llamar vanamente en sus adentros
regocijando en su extravío
pequeños y lustrosos pájaros se alejan
una nube pasa de un lado a otro de la muerte
ante tus ojos Sevillana
mis palabras se convierten en un puñado de nombres
pero existo, soy inmortal.



Del libro Besos en blanco y negro. (2004)

martes, 8 de septiembre de 2009

“Cuentos maxilentos” de José Gregorio Salcedo


De reciente publicación por Fundación Editorial el perro y la rana (2009)

La sombra


Hace cincuenta años, un hombre exageradamente común vivía el profundo tormento de encontrarse en cada uno de los rincones a alguien parecido a él. Investigaba y chequeaba casi todos los periódicos del mundo, en las gráficas, las portadas, con mucha regularidad aparecían sus idénticos personajes.
Era tanto el suplicio, que en cada hogar que visitaba también encontraba una bendita fotografía con sus rasgos, “era impresionante” –se repetía, “se parece a mi difunto esposo”, -decía la más vieja de la casa.
Llegaron a pasarle muchas cosas.
Su novia lo dejó por otro con las mismas características.
Se le perdió su cédula de identidad, fue a buscarla a la oficina central. Sorprendido quedó al ver que había otra persona con su número y de paso oficialmente fallecida.
Llamó a su antiguo hogar en donde pasó su niñez, él mismo se atendió, pero se asustó tanto que colgó.
Pasaron muchos incidentes, alguien le contó con mucha seguridad, que los clones errantes no existían, pero que todo hombre tiene su “medio-par”. Él no quedó muy convencido de eso.
Pudo llegar a intuir que su parecido con la mayoría de las personas con las que se había topado no se quedaba en mera coincidencia y que sólo podía deducir, sin poder explicarlo, que en algún momento de su otra vida, le había correspondido ser la sombra de todas ellas.
Cuando se le encendió esa brillante idea en su mente, sintió desaparecerse lentamente de la superficie de la tierra.
Contacto: mileibyhernandez@hotmail.com